Cuando el presidente Javier Milei aterrizó en Agroactiva lo esperaban los tres gobernadores de la Región Centro, Maximiliano Pullaro, Rogelio Frigerio y Martín Llaryora. Un saludo formal, propio de personas que no se conocen más de haberse cruzado en alguna instancia en público y compartir un comentario formal, de ocasión. Protocolo de la Presidencia fue cortés en la previa al ofrecer al trío de gobernadores participar de la charla que Milei daría en la carpa de acceso restringido junto con José Luis Espert. Gracias pero no. Cuidando las formas, el trío se escurrió para seguir con sus actividades en la feria o emprender el regreso a sus provincias. Ninguno quiso exponerse en la primera fila de sillas. No sabían qué iba a decir, pero deducían que entrar a esa carpa podía ser como entrar a la boca del lobo y exponerse a un presidente impredecible, que trata de ratas a los 160 diputados que cambiaron la fórmula de ajuste jubilatorio, promete destruir el estado desde adentro y fundir a las provincias.

Allí, en Armstrong, en medio del calorcito de junio y al cabo de cumplir seis meses de gobierno todos ellos, se representó una cabal pintura de la anormalidad de la Argentina de estos tiempos, en los que los gobernadores ya no se disputan el lugar más cercano en una foto o un palco con el Presidente; y éste a la vez gobierna sin hablar con las provincias y las intendencias.


Gobernar en tiempos de Milei

 

Repasar los primeros seis meses de gobierno de Maximiliano Pullaro –como cualquier otra gobernación– obliga a contextualizar un tiempo en el que las relaciones políticas, económicas e institucionales del Estado federal con las provincias, y a su vez entre las mismas provincias, marchan por carriles que nunca antes habían transitado.

En ese contexto, Pullaro arrancó con un ajuste de gastos corrientes, impulsó una reforma tributaria y al mismo tiempo desplegó políticas anticíclicas, en especial en materia de obra pública y asistencia social, orientadas a sostener actividad, evitar el agravamiento de la situación de empleo y reforzar la malla de contención social.


Orden en el Estado

 

Seguridad, educación, empresas públicas, cuentas públicas y Producción son las áreas en la estuvo puesto el foco de la gestión estos seis meses. En cada una de ellas abrió frentes de batalla con un objetivo: “Poner orden”, según resume el gobernador como marca inicial de la gestión. Un paso más atrás viene Justicia, donde modificó el reglamento de selección de jueces y fiscales, y se incuba a temperatura media la renovación de la Corte Suprema.

El primer medio año de Pullaro tuvo sobresaltos y fricción, pero con un ingrediente invaluable para un gobierno recién llegado: en todos los casos fueron batallas abiertas por iniciativa propia que transitó o transita sin haber perdido el control del conflicto. 

La excepción y principal zozobra fueron los asesinatos de trabajadores de Rosario en el aciago marzo como consecuencia de las medidas tomadas en las cárceles. Pero aún esa crisis, y en medio de la conmoción que habitaba las calles y las cabezas de los poderes públicos, Pullaro se puso al frente de un comité de crisis y consiguió encausarla. Ratificó el rumbo en los momentos más críticos y con oficio político convocó y articuló el respaldo contundente del gobierno federal, las provincias y la oposición. La crisis también le mostró límites, como el yerro en la exhibición de presos tratados a “lo Bukele”.

La seguridad es el corazón del contrato electoral de Pullaro con los santafesinos. Allí desembarcó con todo, combinando medidas de gestión con reformas legislativas de aplicación inmediata que alcanzaron a la Policía, el Servicio Penitenciario, el Código Procesal Penal y el Ministerio Público de la Acusación. En todos los casos orientadas a facilitar la ejecución de las ideas que traía. Los resultados parciales del plan de represión del delito hasta aquí los respaldan. El gobierno puso sobre la mesa el Plan Abre, entre otros, que necesitan alcanzar mayor escala para el abordaje social de la seguridad.

La fricción con los gremios fue constante en este tiempo, fruto de una paritaria casi mensual. Ese trajín se salda con avances y retrocesos, pero la Casa Gris sacó ventaja en el punto que le importaba, que era poner a la defensiva a los sindicatos y delimitar nuevas reglas de juego: salarios en función de la recaudación, descuento de los días de paro y, en el caso del sector docente, reordenamiento de licencias y premio económico para el que no falta. Los tres casos son parte de la idea de “orden” que tiene el pullarismo.

Además de la paritaria que define el grueso del gasto corriente, el gobierno se dispone a abordar cuatro o cinco déficits puntuales que, si lo lograrse, en los próximos años le permitiría que recursos que hoy se contabilizan en la columna de gastos corrientes, pasen a la de gastos de capital.

Para acomodar números en Caja de Jubilaciones, Aguas Santafesinas y Iapos hay que recorrer un camino de fricciones con sindicatos, usuarios y prestadores privados de medicina e intermediarios de medicamentos. La zanahoria es aproximarse a la soberanía económica de la provincia, que implica que Santa Fe pueda sostenerse con ingresos propios más coparticipación. La ecuación es ideal en la medida que Javier Milei profundice la reformulación de facto de la relación Nación-provincias, que se expresa en un Estado nacional que abandona sus responsabilidades y les tira por la cabeza el país real a las provincias. 


La marcha del gabinete

 

En esta primera etapa se ve un gobierno con ministerios que funcionan en dos velocidades, con ventaja para el núcleo esencial de la propuesta pullarista: Seguridad, Educación, Producción, Gobierno y Economía marcan el ritmo.

Comunicación, comandada por el pullarista Luis Persello, es un área protagónica en el gobierno. Provee análisis y datos a la hora de seguirle el pulso a la opinión pública, para sustentar definición de políticas en función de la demanda social y oficia de guía para que el gobierno no transite a ciegas y conozca sus límites en los conflictos.

Sobre todas estas áreas Pullaro tiene un seguimiento preciso, propio de una capacidad personal de trabajo que los ajenos le reconocen y los del palo describen como propia de “campaña permanente”.

Exhibe la voluntad de avanzar en un amplio abanico de reformas de diverso tamaño y alacance, algunas ya concretadas, otras en proceso y otras en pañales. Caja de Jubilaciones, Justicia, Iapos, ausentismo docente, Aguas Santafesinas, EPE, son algunas.


La gestión del millón de votos

 

Después de todo, Pullaro cosechó más de un millón de votos y la alianza Unidos tiene el control total de la Legislatura. Las condiciones están servidas como nunca para hacer las reformas necesarias. Además, las encuestas que se acumulan en la Casa Gris marcan la imagen de la gestión entre el 60 y 63% de aceptación y entre 65 y 67 la del gobernador. 

Además de esa plataforma de apoyo, Pullaro acertó en la gestión del apabullante triunfo electoral que lo llevó a la Casa Gris. No se tiró a nadar en la montaña de votos como si fuera el tío avaro del pato Donald al que le gustaba zambullirse entre sus millones, sino que administró espacios y cuotas de poder como para que una coalición tan multitudinaria y amplia como Unidos no resultase un dolor de cabeza para la gestión.

Perotti, con una alianza mucho más chica y compleja, a esta altura tenía pilas de conflictos. Pullaro en cambio contuvo y “cuida” a todos, inclusive a Carolina Losada y Federico Angelini, artífices de una durísima campaña en su contra. 

Reparte juego y habilita roles: el socialismo desde Diputados marca tiempos, modificaciones, junta adhesiones e instala la reforma constitucional; Gisela Scaglia dispone de un protagonismo incomparable a cualquier vice anterior; Felipe Michlig y los senadores de la UCR reinan en la Cámara de Senadores. “No estoy pensando en la ley que tengo que sacar mañana, estoy pensando en 2027 y en cuidar a Unidos para ese momento”, revela Pullaro.

El primer efecto de la hegemonía de Unidos es una oposición diluida. “No hay oposición”, sostiene un diputado de Unidos. El perottismo compró piedad con silencio y acompañamiento, lo que condiciona al resto de los monobloques peronistas, que marcan diferencias en temas puntuales. 

Amalia Granata y su bloque sintonizan con el Ejecutivo con quien comparten electorado. La izquierda es la que insinúa un perfil más opositor, aunque de impacto casi testimonial en este contexto. La Cámara alta cambió de color, pero el acuerdismo sigue siendo la regla.

Un dirigente de Unidos reflexiona. “En esta situación puede pasar cualquier cosa, que se arme la oposición dentro de Unidos o que aparezca un cisne negro que no estaba en el radar”. Desde diciembre hasta acá, Pullaro –a quien el socialista Joaquín Banco definió como “un líder moderno que patea con las dos piernas”– se cuidó de no entrar en peleas innecesarias con un personaje tan inabordable como Javier Milei, con el que comparte electorado, pero al que le camina sus votantes del núcleo duro e incondicional, ofreciéndoles piezas discursivas de su preferencia.


El cristal opositor

 

¿Cómo se ve desde el principal partido de la oposición los primeros seis del gobierno de Unidos?
El ex candidato a gobernador del peronismo Marcelo Lewandowski, si bien ve algunos avances en seguridad, sostiene que “es prematuro evaluar cosas buenas y malas”. En cambio cuestiona “las políticas de ajuste y achique con maestros, policías y médicos” que ubica “con salarios que están palo a palo con la línea de la pobreza, lejos de lo que se había prometido en campaña”.

En esa línea reprochó el descuento de días de paro. “Se lo critiqué también al gobierno anterior y hoy me llama la atención que hay un silencio atronador, incluso de quienes deberían defender a los trabajadores”. En lo social ve un gobierno que hizo muchos anuncios. 

La diputada provincial Lucila De Ponti “ve una avanzada muy fuerte en políticas de seguridad, pero no un plan de desarrollo en los otros aspectos. Por ejemplo, el Ejecutivo nos envió sinnúmero de leyes de emergencia, que son parches coyunturales para asuntos que la provincia debería asumir de forma integral”. Acentúa en lo social: “No veo planificación en lo social, sino recuperación de consignas de gobiernos anteriores”. 

Vio una gestión con “mucho respaldo a la producción agropecuaria pero no así al sector pyme” y “una declaración de guerra constante a los docentes, pero no una planificación estratégica en infraestructura y contenidos educativos. Señala otros dos temas deficitarios a su entender: transporte de pasajeros y Aguas Santafesinas. Ahí sólo ve respuestas de emergencia y le reclama al gobierno planteos de fondo.