En la actualidad, pareciera que el éxito se mide por la cantidad de tareas completadas, correos respondidos y reuniones atendidas. Sin embargo, este impulso permanente hacia la “máxima productividad” puede tener un costo que muchos no ven venir. En este aspecto, los expertos definen como "productividad tóxica" a la “compulsión malsana de ser productivos en todo momento, a menudo a expensas de nuestro bienestar mental y físico, nuestras relaciones y nuestra calidad de vida en general”.
Productividad tóxica
Este fenómeno no es simplemente estar ocupado; se trata de creer que estar siempre ocupado equivale a ser exitoso. La realidad es más compleja: este patrón constante lleva al agotamiento físico y mental, a una competitividad insana y a una sensación persistente de insuficiencia. Según la Harvard Business Review, “las comparaciones sociales ascendentes están vinculadas a la baja autoestima y la depresión, donde el ‘estar ocupado’ sirve como distracción de los pensamientos y sentimientos negativos”.
Esta premisa y autoexigencia llevan directamente a la destrucción del éxito. Según expertos, en primer lugar esto se debe a que el exceso de horas y la presión constante reducen la eficiencia, la claridad mental y la motivación a mediano plazo.
En segundo lugar, esta sobrecarga crea lo que se conoce como “pobreza de tiempo”. Es decir, se tienen demasiadas obligaciones, pero poco tiempo real para atenderlas bien. El descanso aparece como derrota, no como parte del proceso.
La buena noticia es que no todo está perdido. Reconocer que el descanso, el ocio y los límites saludables no son lujos sino herramientas estratégicas es esencial. Dejar de lado el mito de que el éxito exige un esfuerzo interminable y adoptar hábitos donde el bienestar y la productividad coexistan puede marcar la diferencia. En definitiva, producir menos (pero mejor) puede significar lograr más de verdad.
Fuente: GQ.



