Rosario no tiene fundador ni fecha de fundación y celebra, este octubre de 2025, su tricentenario de vida. La frase parece contradictoria, en algún punto lo es, pero habilita un debate sobre la ciudad. Una discusión sobre su identidad que animan quienes se aferran a la primera parte de ese punto de partida (es decir, que no existe acta fundacional) y los adherentes al mito de origen que se remonta a un difuso 1725. En el medio de esos extremos, existen hechos y registros formales.
Un grupo de historiadores, coordinado por el director de Investigaciones Socio-Históricas Regionales (Ishir) del Conicet, Darío Barriera, creó con apoyo municipal el sitio web “Los orígenes de Rosario. Un camino documental”. El trabajo consistió en relevar archivos existentes y publicarlos junto a un resumen. Un ejercicio que permite clarificar qué cosas ocurrieron y qué no, o al menos cuáles están probadas en papeles oficiales y cuáles se basan en relatos orales de época.
Primera aclaración: no hay 1725 sin entender la trascendente década de 1720 para el pago de Los Arroyos, futuro pueblo de Rosario.
En 1721, por ejemplo, se zanjaron diferencias entre lo que hoy es la jurisdicción de la provincia de Buenos Aires y la de Santa Fe. El límite que marcaron para controlar distancias y derechos sobre tierras y ganado cimarrón (entre otras disputas) fue el arroyo Del Medio, que aún sigue vigente.
En el inicio de esa década, hubo una migración desde la ciudad de Santa Fe y el centro provincial hacia el sur por la tensión creciente con los pueblos originarios. “En 1723, los vecinos de la zona volvieron a manifestar a las autoridades de la ciudad su «ánimo de desertarla y desampararla». Muchas de estas familias de Santa Fe y Coronda tomaron el camino del sur, y algunas se asentaron en la jurisdicción del pago de Los Arroyos”, dice el resumen histórico de Barriera y equipo que presenta los mapas, planos, censos y actas desde el siglo XVII.
Las plazas actuales de Rosario no tienen un monumento a Francisco de Godoy arriba de un caballo majestuoso, señalando con una mano el horizonte y una frase grabada, acorde a la de un fundador, como por ejemplo: "He aquí la gloriosa y próspera Villa del Rosario". No existe ese homenaje porque no hay ningún registro que lo mencione así. Pero 1725 sí es importante.
Un doble acontecimiento lo acredita. Ese año, nombran al capitán Francisco de Frías como alcalde de la Santa Hermandad en el pago de Los Arroyos. El 8 de enero de 1725, apenas una semana después, consta en un acta del Cabildo de Santa Fe una pregunta clave: Frías pide una “orientación sobre la jurisdicción que le corresponde gobernar”. Al querer saber cuál es la dimensión de ese lugar, obliga a oficializar unos límites, definir una existencia.
La parada posterior en el sitio “Los orígenes de Rosario” es 1730, cuando se produce la creación de un curato. “La capilla que está en donde hoy está la catedral se erigió bajo la advocación de la Virgen del Rosario. Entonces, cuando se crea el curato, que quiere decir que va a haber un cura párroco que cobra, esa capilla se convierte en parroquia y por eso es el «Curato del Rosario de Los Arroyos»”, explica Barriera en diálogo con Rosario3.
“Esa es la primera fundación institucional dura, porque hay un acta de erección, y eso va a cumplir 300 años. Hay una decisión institucional del obispado, que tiene el mismo peso que una gobernación”, plantea el director del Ishir.
Después, mucho después, en 1925, un concejal (Calixto Lassaga) comprende las virtudes políticas, y sobre todo económicas, de ostentar un aniversario con número redondo y potente. Una excusa para festejar y pedir obras a Nación y a Provincia. Buscará hacia atrás y encontrará un texto del cronista y funcionario español Pedro Tuella publicado en 1802. El escrito habla de un tal Francisco de Godoy que en 1725 creó o inició el pueblo junto a su familia y un grupo de indígenas Calchaquíes.
Nace así el bicentenario de Rosario. Una creación que se escribe (y, por lo tanto, se crea) de adelante hacia atrás en el tiempo. Después, se le añade un día arbitrario: el 7 de octubre, de nuevo por la virgen (pero pudo ser cualquier otro).
Hecho histórico, construcción híbrida o fábula, no es extraño que un siglo más tarde, ahora, se vuelvan a revisar con lupa los argumentos de esa celebración. ¿De qué está hecho ese recorrido y qué dicen los documentos oficiales con hasta 336 años de antigüedad?
Postas hacia atrás: 1925, 1802 y 1725
La iniciativa del sitio web surgió del Instituto ante la idea de la Municipalidad de encarar una retrospectiva de la historia de la ciudad. El equipo del Ishir está integrado además por Miriam Moriconi, Guillermo Ferragutti y Pablo Suárez, y en digitalización y comunicación Ana Paradiso. El espacio online busca que “cualquier usuario del mundo pueda interiorizarse sobre el pasado profundo de la ciudad, no como una narrativa sino con documentos brevemente presentados”.
Parte del desafío fue presentar en qué se sustenta la idea de un tricentenario este 2025. “La documentación fundamental exhibe el festejo del bicentenario porque en realidad se inventa una fecha de partida en 1925. Entonces, el origen de los orígenes es 1925. Partimos de ahí y desandamos ese camino. Ponemos a disposición del público los archivos que se utilizaron para hablar del bicentenario”, dice Barriera.
El relato de Tuella que recupera el concejal Lassaga se contrasta con la documentación dura que utilizan los historiadores posteriores, desde Juan Álvarez o Manuel Cervera hasta el presente.
En un viaje al pasado, Lassaga va desde 1925 al escrito de Tuella de 1802, quien a su vez recupera supuestos hechos de 1725. “Tuella nos lleva a un pasado indocumentable”, dice Barriera y plantea: “¿Qué quiero decir? Sobre 1725 nosotros tenemos documentación, pero no dice lo que dice Tuella sino otras cosas que también son importantes”.
Ese año, por primera vez se lee el nombre de un alcalde asociado al pago de los Arroyos: Francisco de Frías. Los escritos no son tan claros pero comparados con otros datos se puede reconstruir una trama: “Se nombran, como todos los años desde 1616, dos alcaldes de la Hermandad, uno para los pagos cercanos a Santa Fe y Paraná, otro para todo el sur de Santo Tomé, que era donde quedaba incluido el pago de Los Arroyos. Eso ocurre desde 1616 pero nunca jamás el Cabildo aclara para qué”.
El investigador y profesor universitario detalla: “Esa aclaración la dispara la pregunta del alcalde Francisco de Frías. Dice: "¿Y dónde queda esto?". No quiere decir que él no sabía, sino que quería que le dijeran los límites, hasta dónde podía mandar. Y ahí, por primera vez, le responden: «Bueno, mire, desde el arroyo tal hacia el sur y hasta el arroyo Del Medio, eso es lo suyo". Eso es en 1725”.
Sin rastros de Godoy
El relato basado en la memoria oral de alguien respetado en su época, como Tuella, puede ser fiel o una superposición de fechas y hechos importantes. ¿Puede también que haya inventado a Francisco de Godoy? “No, él no inventa ni a la persona ni a los hechos”, responde Barriera.
“Posiblemente –agrega–, hace coincidir cosas que no pasaron juntas. Existen Godoy, el traslado de los calchaquíes hacia Rosario se realiza y también la virgen fundadora, que la llamamos así porque sería el mito de fundación. 1725 es un año importante. Lo que no hay es una fundación. Ni de un pueblo ni de nada. No le quita peso específico como momento importante en la historia del pago de Los Arroyos. La década del 20 es muy importante”.
Además de esos archivos, Frías también aparece como comprador de 15 “cuerdas” (unidad de medida agraria) en 1725 en la zona de Rosario. La fuente es el libro de Delfo Locatelli que reconstruye la propiedad territorial en la región (el primer documento es sobre los títulos de Don Luis Romero de Pineda, en 1689). Pero tampoco hay registros de Francisco de Godoy en ese extenso trabajo.
En un padrón de 1738, otro de los documentos compartidos en la página, figura un “Godoi” con i latina pero se llama Nicolás. “No, no es la misma persona –aclara Barriera–. Ese padrón, que sí es un dechado de datos, lo transcribí yo en Santa Fe. Tenés 121 unidades productivas a lo largo y a lo ancho de una zona al sur de la Laguna Coronda. Es una extensión enorme y Francisco de Godoy no consta tampoco. Sí, este otro Nicolás Godoi que parece ser muy secundario”.
–¿Y entonces qué registro sí hay de Godoy?
–El relato de Tuella.
–¿Pero su relato carece a su vez de una documentación sobre Godoy?
–Es tradición oral. Tuella lo dice: «A mí me contaron. Yo lo escuché». Porque él es un hombre que vino al pago de Los Arroyos el último cuarto del siglo XVIII. Es un hombre culto, fiable, que escribía para el Telégrafo Mercantil, lector, fue alcalde de la Hermandad. Todos los que le hicieron caso hicieron lo que haría cualquier persona razonable cuando lee a una persona que es digna de crédito. El problema es que nosotros tenemos que ser jodidos, exigentes, y no es que despreciemos la fuente oral pero si la podemos acompañar de algo que nos justifique por escrito, mejor. Y no es lo mismo tener una fuente de “visu” (con los propios ojos) que una de oídas. El testigo de vista vale más que el testigo de oídas.
–¿Es posible que Godoy con su familia y un grupo de indígenas calchaquíes haya fundado un pueblo en 1725 y no figure en ese relevamiento de 1738, apenas 13 años después?
–Puede no haber registro por una razón: el padrón era de unidades productivas en el campo que tenían que pagar una contribución. Entonces, si había un pueblo de “indios”, no lo iban a anotar porque no le pedían una contribución. Esto es a favor de Tuella y de la sospecha de que el pueblo podría haber existido. Es decir, podría no aparecer porque era un padrón para recaudar plata. Y puede, también, que no hayan fundado jamás un pueblo. Creo que es más productivo el trabajo que hace Miriam Moriconi, el de seguir la pista del recorrido de los traslados de indígenas y de la Virgen. Ahí tenés un poco más de dónde agarrarte para ver cómo se movía esa gente.
“La historia está abierta siempre y no es necesario estar de acuerdo”
En este asunto, el revisionismo se divide entre quienes se quedan con el relato de Tuella y quienes no. Juan Álvarez sentenció en contra del Godoy fundador por falta de registro y eso marcó el camino. Si bien no hay un debate abierto en la disciplina sobre ese punto, Barriera reflexiona: “La historia está abierta siempre. No creo en esto de que la historia ya pasó. Necesitás reinterpretar el pasado, incluso sin documentos nuevos".
"En este momento –continúa–, hay algo muy atractivo y es que la ciudad se puso a pensar los orígenes. No es necesario para nosotros estar de acuerdo. Es bueno que se piense, que se discuta, que se converse, que alguno venga y diga: «Encontré este dato que vos jamás habías visto». Genial. Los aniversarios sirven para esto. Son como poner una olla a hervir y empiezan a surgir cosas”.
El investigador diferencia el debate abierto al público de la rigurosidad académica. "Nunca nadie tuvo dudas de que Rosario no tiene fundación. No existe esa duda. Rosario no tiene fundación y no es un problema. Es una ciudad que construyó su identidad orgullosa de ser distinta de Santa Fe, de Córdoba o de Asunción del Paraguay. No es una sociedad orgullosa de un fundador colonial. Es una sociedad que se hizo a sí misma y consiguió durar por el esfuerzo de sus habitantes, por su geolocalización. Hasta el día de hoy, para todo lo bueno y para todo lo malo. Entonces, ese debate me parece que está un poco saldado”.
La página “Los orígenes de Rosario” es una ventana a escritos y mapas que tienen casi 350 años. Aporta transparencia a la discusión histórica que podría pensarse como el tricentenario de una década vital (1720/30) para los orígenes de Rosario.
Dice Barriera: “Este trabajo, además de ser un placer, es una obligación. Hacer historia vinculada a la ciencia pública y estatal nos obliga a prestar un servicio. Y esto es un servicio: aproximar cosas que están muy lejos y que necesitan un mediador. Estamos acercando documentos que son esotéricos, cosas que la gente jamás se pondría a mirar, con una breve explicación y decimos: a partir de aquí se empezó a gestar una cosa que muchos años después fue la sociedad rosarina”.


