Andrés Calamaro se presentó el último viernes en La Playa de la Música de Rosario ante un público que guardó las entradas tras la reprogramación forzada por un aviso de tormentas fuertes para el día previo. En dos horas de recital y una veintena de canciones, El Salmón dialogó con el Paraná –esta vez, en un escenario de frente al río– para descargar una seguidilla de temas de los discos que editó entre 1997 y 2013, a excepción de algunos que firmó en Los Rodríguez.
Los “crímenes prefectos” de la “alta suciedad” y el bohemio “Cuando no estás” abrieron el concierto a las 21.14. El “buenas noches, Rosario”, de Calamaro, dio el puntapié a un setlist que culminó exactamente dos horas más tarde, empañado por el lamento ante una escaramuza entre el público: “Justo en un tema que habla de temas existenciales como «Nacimos para correr»”.
Si cada artista de escenario tiene su montaje, su liturgia, “Andrelo” hizo de su “lengua popular” un extendido de estribillos “que sabemos todos” amparado en una banda integrada por Germán Wiedemer (piano y coros), Julián Kenevsky (guitarra y voz), Brian Figueroa (guitarra), Andrés Litwin (batería) y Mariano Domínguez (bajo), y los vientos de Andrés Ollari y Pablo Fortuna.
Desde el centro de la escena, entre la guitarra, los teclados y un par de maracas, "el cantante" intercaló estribillos inoxidables con pensamientos, declaraciones y pesares en voz alta: el río, el campeonato para Rosario Central y la “estrella de Di María”, la mención al "Maradona de Newell’s” y hasta la “solidaridad” con Catriel y Paco Amoroso, por el incidente con migraciones en un aeropuerto de Estados Unidos, además de “las chicas de Bandana”.
Todo en un hilo que, de a ratos, volvió a tirar con menciones al Che Guevara, Litto Nebbia, Messi, el carlito y “otros rosarinos ilustres”. Tan a gusto está El Salmón con el sándwich que identifica a la ciudad, que anheló la unción de un “próximo” Sumo pontífice nacido acá que sea bautizado con el mismo nombre del tostado con kétchup (aunque con "s"): “Papa Carlitos”.
Atravesado por la reciente muerte del músico y diseñador Claudio Clota Ponieman, Andrés lo citó más de una vez durante el show, así como también recordó al fallecido periodista rosarino Mauricio Maronna.
Calamaro (y su banda) puede rockear (“Output-input”, por citar una), abrir un concierto con una balada como “Crímenes perfectos” y provocar un estallido, dispensar con destreza la habilidad pop que le fue otorgada (“Te quiero igual”, “Cuando te conocí”), cruzar el Atlántico para calzar con el flamenco y la rumba (“Para no olvidar”,“Sin documentos”), desplegar elementos del funk/soul (“Loco”) y apelar a la hibridez tropical de “Tuyo siempre”.
Nada de lo dicho es novedoso. Pero es una síntesis ajustada y maravillosa cada vez que se repite. Esta vez, con un público entre Generación X y treinta y pico. Ese coro humano celebró los dos bises de “Flaca” y “Los chicos”, y estalló en “Mi enfermedad”, “Paloma”, “Me arde” y “Estadio Azteca”.
“Rosario, de mil amores. El Papa Carlitos vela por todos”, escribió Andrés Calamaro en redes sociales tras el concierto en Rosario. Esta vez no hubo milanesas de surubí. Una confidencia que huele a revancha.



