Se fue Miguel. Un verdadero grande. Un hombre del fútbol. Que vivía y respiraba fútbol. Y se fue en su ley: dirigiendo y disfrutando de su pasión hasta el último día.

Muy pocos logran lo que logró él: el llanto de los propios y el respeto de los rivales. Hoy, no hay futbolero que no esté consternado por su partida. Miguel se lo ganó. Nunca necesitó de la chicana para hacer su trabajo. Un luchador del fútbol y de la vida. Un verdadero grande.

Dicen que un gesto vale más que mil palabras. A fines de 2023 y días después de haberse coronado campeón argentino con Central, Miguel se presentó en el hospital de niños para llevarles personalmente regalos navideños a los más pequeños. Y sí, un gesto vale más que mil palabras

El destino quiso que la última cancha que visitara fuera la de Central. Seguramente para llevarse la última gran ovación de su vida, de un club que hizo y quiso como propio desde el día en que llegó y dijo su emblemática frase "esto es Central". El amor fue mutuo. Y fue (es) enorme. Y no es para menos: el segundo técnico que más lo dirigió, el que nunca le dijo que no, el que lo salvó del descenso, el que lo sacó del abismo, el del mejor récord en clásicos, el que ganó el título porque "la gloria no tienen precio".

El destino también quiso que sea un 8 de octubre. Justo un año después de la partida de otro grande: Omar Arnaldo Palma, quizás el máximo emblema de los Canallas. Sí, el "diez" de su primer ciclo en el Canalla (en total fueron 5). Seguramente el Negro y Miguelo ya estén hablando del Canalla allá arriba. Los dos se ganaron el cielo y la eternidad.

Se fue Miguel, el tipo que mejor entendió el mundo Canalla sin haber nacido en Arroyito. El pueblo canalla ya lo extraña. Y el fútbol argentino también. ¡Hasta siempre, maestro!