Retiro, corazón de la tradición porteña. Jueves 18 de setiembre, la rosca y el país como un volcán político en el preludio de la primavera. Un legislador nacional, que acompañó todas la leyes y deseos legislativos de Milei, pide un café en la esquina de Arroyo y Suipacha. Rico café el de Farinelli.
“Se va todo al carajo, esto explota. No tienen idea de como hacer para arreglar este quilombo”, dice en off preocupado.
Los audios que develaban una caja negra de coimas con “el 3% de Karina”, los rechazos legislativos a los vetos, las internas por el armado de listas en las provincias (dejando afuera del “oficialismo” al Pro) y sobre todo la crisis en los bolsillos argentinos eran los condimentos de su vaticinio: “se van, esto se cae”, gime ante de otro sorbo de café.
En esa esquina los rostros de los caminantes, no correspondía al pronóstico apocalíptico. Estábamos en un lugar donde el valor del metro cuadrado de sus departamentos oscila entre los 3000 y 4000 dólares. Hay un país que cree estar a salvo aun dentro del volcán.
El 18 de setiembre el Banco Central tuvo que intervenir por primera vez para contener el precio del dólar, las dos terceras partes de la legislatura nacional le decía al presidente que defender su equilibrio fiscal recortando fondos para el Hospital Garraham y las Universidades no era el camino, mientras en pleno parlamento entonaban un nuevo himno de la cancha política: “alta coimera, Karina alta coimera”.
No era metáfora. En el cierre de ese día sobrevolaba la tensión de un retiro político. “No de nuevo, decía”. Y sobre esa teoría no había perfume destituyente del PJ, sino el propio análisis de los que compilaban esos datos: al presi le están llenando la cara de dedos.
El sábado 20 de setiembre los portales analizaban la intervención de Caputo para defender las bandas del dólar, el riesgo país en alza y como los Menem habían intoxicado de sucias maniobras la ética en la gestión.
Pero en Olivos había un plan. Donald Trump iba a serlo posible. Y pasó como en las películas norteamericanas. Carromatos con colonos acosados por los apaches, esperando el salvataje del ejército. El sonido de las cornetas de guerra que anuncian la llegada milagrosa de quienes ostentaban el poder de fuego.
Primero el impactante anuncio de “retenciones cero” para los agroexportadores y después la llegada de Scott “Superman” Bessent que con cuatro tweets anunció (a las 9.46 , hora argentina, del 22 de setiembre) que consideraba a la Argentina, “un aliado sistemáticamente importante de Estados Unidos en América Latina y el Departamento del Tesoro Norteamericano está dispuesto a hacer lo que sea necesario dentro de su mandato para apoyar a argentina: todas las opciones de estabilización están sobre la mesa”.
Y describió en ese texto lo que sucedería semanas después: “Líneas de swap, compra directa de divisas y compra de deuda gubernamental denominada en dólares estadounidense del fondo de estabilización cambiaria del tesoro. Argentina volverá a hacer grande”, escribió cuando arrancó su día desde su propia cocina en Washington.
Y no fue todo. “Seguimos confiando en que el apoyo del presidente Milei a la disciplina fiscal y a las reformas son necesarias para romper la larga historia de declive en Argentina. Reafirmamos el compromiso con el pueblo argentino y con el presidente Milei. Anunciando un encuentro junto a Trump el martes en Manhattan”.
We remain confident that President @JMilei’s support for fiscal discipline and pro-growth reforms are necessary to break Argentina’s long history of decline.
— Treasury Secretary Scott Bessent (@SecScottBessent) September 22, 2025
My April comments make clear our commitment to Argentina's people and to President Milei. 3/4https://t.co/tBVxYUaS0D
Bastaron estos textos para que la tropa desarme la valija y con hurras eufóricos reavive su combate. Bastaron estos textos para que Milei encuentre el aire necesario que le permita llegar a la disputa electoral en búsqueda de un gesto social que le evite la zozobra a sus teorías y respalde su gestión.
Las fuerzas no llegaron del cielo sino de Washington y son las que hoy sostienen el plan e ideario de un presidente que solo lucha para demostrar que no está, ni estuvo equivocado. Pero hay elecciones legislativas, el crisol de ideas políticas de un país con ganas de agarrarse a los bollos.
“Kirchnerismo nunca más”, gritan sus seguidores. Otro pifie. La crisis, los caprichos o la astucia del tiempo lograron que Agustín Rossi (aun a una semana de las elecciones) el emblema más visible de la defensa a las ideas del Kirchnerismo cuando “Néstor” presidia la argentina, regrese orgulloso al Congreso ¿Toda de Milei?
Un gesto más para un presidente que no discute: pelea. No le interesa entender el debate, le interesa ganar. Y detrás de esa obsesión por tener razón hay una defensa de su propio ego, una manera de no admitir nunca la posibilidad de estar equivocado.
Con la pobreza creciente, la presión interna de sus aliados y sobre todo la falta de resultados en los bolsillos, el diálogo para Milei se vuelve una trinchera: no importa el argumento, importa quién dispara primero. Puede haber cambios de gabinete y mucha pirotecnia pero solo escuchan lo que confirma lo que ya piensan
El presidente propuso, “dinamitar el estado por dentro”, describir el congreso como “un nido de ratas” o su gran frase: “nunca odiamos lo suficiente al periodismo”. Así, la conversación y el debate (legislativo o social) deja de ser un puente y se convierte en un muro. Al presidente le gusta Francella: no habrá una “hermosa mañana” para nadie si el aire que respiremos la entregue el respirador artificial de un hospital o el tesoro americano.



