El paso del tiempo, imperceptible, transcurre discretamente como una corriente silenciosa e incesante, fluyendo a nuestro alrededor sin que nos percatemos de ello. Sin embargo, aquellos que son padres cuentan con la ventaja de tener un elemento orgánico que día a día señala con rigurosidad la inevitable tiranía del calendario: los hijos. En un parpadeo, pasan de ser un organismo multicelular en desarrollo a pequeños bebés, y de ahí, a convertirse rápidamente en inquietos niños que exploran el mundo a su alrededor con curiosidad insaciable.

Sin embargo, aquellas inocentes criaturas que ayer mismo parecían estar entretenidos con sus juguetes y muñecas, hoy, de la mano de la tecnología, evolucionaron sus intereses hacia nuevas fronteras. Lo que antes eran largas horas dedicadas al juego imaginativo, ahora se ha transformado en interminables momentos frente a la hipnótica pantalla del celular, ansiosos de conectarse con amigos y explorar otros horizontes virtuales. Y ya sea por la influencia silenciosa de hermanos mayores o compañeros de escuela, un día, casi sin previo aviso, expresan su deseo de comenzar a utilizar algunas redes sociales.

Si bien esta manifestación no es necesariamente el fin de la infancia, se le parece mucho. En el contexto actual, esto es en parte inevitable y natural, y como padres nos enfrentamos al desafío de acompañarlos, equilibrando la supervisión con la autonomía y el control con la libertad. Como Obi-Wan Kenob o Gandalf, debemos actuar como guías y mentores, iluminando el camino sin obstaculizar su propia exploración y descubrimiento. El ciberespacio está lleno de oportunidades, riesgos y desafíos, y nuestra tarea es brindarles las herramientas para navegar estos territorios con sabiduría, promoviendo el pensamiento crítico, la precaución y la responsabilidad.

Aunque las edades mínimas para utilizar redes sociales varían según la plataforma y la legislación de cada país, en Argentina y gran parte del mundo, el requisito más común es tener al menos 13 años. Curiosamente, este límite no está respaldado necesariamente por estudios de psicología infantil que demuestren que a partir de esta edad tienen el desarrollo y la madurez suficiente para usarlas, sino en las leyes que prohíben vender y monetizar los datos personales de personas menores de esa edad.

13 años, la edad mínima para registrarse en redes sociales

No obstante, esta restricción etaria parece carecer de relevancia para un enorme grupo de padres que, sin mayor reparo, permiten que sus hijos de 9 o 10 años, e incluso menos, utilicen a diario redes sociales como Instagram o TikTok, cuyo contenido y efectos en menores son ampliamente cuestionados.

Es importante tener en cuenta que los algoritmos de estas plataformas están cuidadosamente diseñados para maximizar el tiempo que los usuarios pasan en la aplicación, y uno de los métodos más efectivos para lograr esto es estimulando la liberación de dopamina, una sustancia química en el cerebro que está asociada con la recompensa y el placer. Esta estrategia no solo aumenta el tiempo de uso y la interacción, sino que también puede conducir a comportamientos adictivos, especialmente en los cerebros en desarrollo de los niños.

Niños en TikTok. Pequeños creadores en un mundo para adultos

Además, el contenido personalizado y los algoritmos de recomendación están desarrollados para mostrar más de lo que a cada usuario le gusta, reforzando aún más estos hábitos compulsivos. Esto puede tener consecuencias negativas en el desarrollo emocional, social y cognitivo de los jóvenes, como menor capacidad de atención, problemas de autoestima, ansiedad e incluso depresión. Exponer libremente y sin control a niños y adolescentes a este tipo de estímulos en una etapa tan decisiva de su crecimiento podría reforzar patrones de comportamiento dañinos que continúen en la edad adulta.

Para minimizar el impacto negativo de estas plataformas, es una buena idea establecer límites razonables de uso diario, siempre desde el diálogo abierto y la honestidad, resaltando los aspectos perjudiciales del uso excesivo de las redes sociales. Esta restricción debería ir acompañada con alternativas saludables que satisfagan las necesidades emocionales, físicas y sociales de una adolescencia incipiente, como actividades al aire libre, deporte, entretenimiento con amigos y tiempo de calidad en familia. Al fomentar un estilo de vida equilibrado, los padres pueden ayudar a sus hijos a desarrollar una relación más saludable con la tecnología, en lugar de simplemente limitar el uso de estas plataformas de manera estricta y horaria.

Los algoritmos de las redes sociales están diseñados con la intención deliberada de crear adicción en los usuarios.

Asimismo, las redes sociales pueden representar una serie de riesgos, especialmente para los más jóvenes. Si bien internet es uno de los inventos más extraordinarios y transformadores de la humanidad, también es un enorme pozo negro que reúne a lo peor de la especie humana. Delincuentes de todo tipo, pervertidos, haters, estafadores y depredadores que encuentran en comunidades online la herramienta ideal para acercarse a sus ingenuas víctimas, por lo qu. deberemos advertirles sobre los peligros que acechan en la red. Especialmente sobre el grooming: el acoso sexual a niños y adolescentes a través de dispositivos electrónicos.

Por eso es importante educar a los niños para que nunca brinden datos sensibles como la dirección, escuela a la que asisten, número de teléfono o detalles sobre la vida personal y familiar, explicando con claridad cómo los acosadores pueden utilizar las redes sociales y otros medios digitales para intentar engañarlos. Cuánto más pronto aprendan a reconocer las tácticas más comunes de los depredadores, como el envío de mensajes seductores, la solicitud de fotos o encuentros personales, mejor podrán protegerse. Es imprescindible enseñarles a desconfiar de cualquier persona que intente persuadirlos de realizar acciones inapropiadas, y a denunciar y alertar a los padres de inmediato ante este tipo de comportamientos.

Para reducir al mínimo el contacto con extraños, hay que enseñar a los jóvenes a no aceptar solicitudes de amistad y mensajes de desconocidos, así como revisar y ajustar las configuraciones de privacidad y seguridad disponibles en la mayoría de las aplicaciones de redes sociales. También es vital asegurarse que únicamente amigos y familiares de confianza tengan acceso a su perfil, además de comprobar que la fecha de cumpleaños, dirección de correo electrónico, número de teléfono y ubicaciones no estén visibles públicamente.

Es importante educar a los niños para que nunca brinden datos sensibles online

Adicionalmente, es recomendable desactivar la opción de "Mostrar mi actividad" o similares, que permiten a otros usuarios ver cuándo la persona está en línea o activa en la aplicación. Esta función puede ser utilizada por individuos malintencionados para rastrear los patrones de actividad del usuario e intentar iniciar conversaciones inapropiadas. Del mismo modo es aconsejable deshabilitar la opción de geolocalización en las publicaciones, ya que esto puede revelar la ubicación física de la persona, lo que podría ser utilizado por depredadores para localizarlos.

La preadolescencia es una etapa ideal para que los nativos digitales adquieran las nociones fundamentales de ciberseguridad, inculcando hábitos seguros y prácticas responsables para reforzar su protección online. Enseñarle a utilizar contraseñas fuertes y únicas para cada cuenta, resaltando la importancia de no compartirlas con nadie que no sean los padres, utilizando autenticación multifactor siempre que sea posible, y educarlos para reconocer y evitar amenazas como el phishing, correos electrónicos o mensajes sospechosos que intentan engañarlos para obtener información confidencial. También deberán aprender a verificar la autenticidad de los sitios web antes de compartir datos personales o descargar archivos, por lo que como padres debemos estar capacitados para identificar y explicar estos conceptos a nuestros hijos.

No menos importante es fomentar el respeto y la amabilidad. Amparados por la impunidad del anonimato que ofrece el ciberespacio, algunos usuarios aprovechan las redes sociales y los espacios de opinión para canalizar frustraciones e impulsos reprimidos en el mundo real. Bajo ningún concepto hay que aceptar y naturalizar este tipo de comportamiento tóxico online, por lo que es indispensable inculcar la importancia de pensar antes de publicar un mensaje y reflexionar sobre cómo nuestras palabras pueden afectar a los demás.

Como padres, tenemos la responsabilidad de ser ejemplos positivos para nuestros hijos, tanto en el ciberespacio como en el mundo real. Nuestra guía no solo contribuirá a su seguridad y a crear una comunidad online más sana, sino que estaremos inculcando en ellos valores fundamentales que trascenderán el ámbito digital, sembrando las semillas para una sociedad más tolerante y un futuro más armónico.