“Perfecto, hermoso, veloz, luminoso es la historia de un chico gay que creció en los 70, en un país superconservador, vivió una dictadura y la fiesta de los 80, y murió de Sida. Esa es la historia del libro, pero con un trasfondo musical y artístico muy grande”. Ese pibe fue Federico Moura. Cantante, músico, productor, diseñador de moda, segundo de seis hermanos y talentoso jugador de fútbol y rugby que, al frente de Virus, encarnó la new wave más refinada y los inicios del pop en Argentina.
El textual que abre el párrafo inicial es del periodista Gustavo Bove, autor de la única biografía dedicada al vocalista del grupo cuyo nombre determinó el destino de su frontman, que este 23 de octubre hubiera cumplido 74 años.
“La historia de Federico Moura está contada a cuentagotas en los libros de Virus y siempre me quedaba la sensación de poco. Lo pintaban como un «duende del rock» y muchos colores brillantes, como el extraterrestre que bajó a la Tierra y nos iluminó a todos. Había una historia real, una vida que contar”, sigue el autor del título publicado el último septiembre por Sudamericana, en el diálogo telefónico con Rosario3
En Perfecto, hermoso, veloz, luminoso Bove hilvana los testimonios de Marcelo Moura –el menor de los seis hermanos, que además es el autor del epílogo–; los integrantes de Virus Mario Serra, Quique Muguetti, Daniel Sbarra y Roberto Jacoby (letrista y primer entrevistado); los músicos Cachorro López, Zeta Bosio, Gonzalo Palacios, Daniel Melero, Stuka, Isabel de Sebastián y Richard Coleman, por citar algunos nombres; y personas cercanas a Federico, como Adriana San Román, Pablo Tapia, Charlie Thorton, Andy Cherniavsky, Renata Schussheim –autora del prólogo– y Carlos Rodríguez Ares, en una lista que sigue.
En total, fueron más de 40 entrevistas “puntualmente realizadas para el libro”, que el autor organizó en 18 capítulos. Los fragmentos de esos testimonios siguen un orden cronológico, a excepción del primero, dedicado al rol de Federico como productor del disco debut de Soda Stereo.
Fede
De los cruces fortuitos por el barrio con Marcelo Moura hasta el aval de familia, “la primera biografía de Federico Moura” comenzó a ser “un trabajo” para Bove meses después de la publicación de El jefe: Miguel Mateos, la biografía (El Ateneo, 2023).
“El título original era otro, mucho más corto. Iba a llamarse solo «Fede», porque me gustaba la idea de que, así como hay un Charly, un Fito o un Gus, haya un Fede. Cuando el libro estaba en edición, Juan Ignacio Boido (director regional de Penguin Random House) me comentó la decisión editorial del título: «Perfecto, hermoso, veloz y luminoso. La vida de Federico Moura». Ya con la foto en la portada, el concepto general quedó bueno. Creo que es un título que representa la obra. Es más, otro título que se había barajado era «Fede, la vida», porque se habló tanto de su muerte... Del mini título, el libro mutó a uno maxi”, reseña el también autor de Cerati. conversaciones íntimas (Planeta, 2014).
A medida que avanzaba la investigación, Bove fue “descubriendo un montón de rasgos de la personalidad de Federico que desconocía”: “Lo vi dos veces en mi vida, pero nunca charlé con él porque murió cuando era muy chico. Este es el primer libro que trabajo sobre un artista que no conocí. Desde ese lugar, me ponía frente un gran desafío, pero también un objetivo: correr el velo de las partes más íntimas del músico”.
“La idea era mostrar al segundo de los hermanos Moura como una persona: cómo era con sus amigos, qué le gustaba comer o hacer, cómo era su relación con los músicos y con la familia, de dónde había venido y por qué había llegado hasta ahí. Bueno, creo que todo eso está contado, aunque una persona es infinita, por así decirlo. No alcanzan ni varias biografías. En esta, me acerqué todo lo posible”, abunda.
Federico fue un chico gay que creció en los 70, en un país superconservador, vivió una dictadura y la fiesta de los 80, y murió de Sida. Esa es la historia del libro.
—¿Qué aspectos de la personalidad de Federico te llamaron la atención?
—Uno podía imaginar que era una persona a la que le gustaba más el contacto con la gente, pero no. Le disgustaba que lo agarren, por ejemplo, en la calle. No le resultaba muy cómodo que alguien lo avance para pedirle un autógrafo. De hecho, no tenía un autógrafo como otros artistas. Él escribía «Federico», con letras cursivas. Era muy tímido.
—¿Hubo algún testimonio que no tenías en la partida y se acercó a vos?
—No, pero sí hay hay testimonios que resultaron verdaderos hallazgos, como el de Isa Portugheis, que fue el primer baterista de La Pesada del Rock & Roll y de Diplodocum Red & Brown. El tipo es una leyenda de la escena musical de La Plata de los 60 y 70, de la que era parte Federido. Es un hallazgo porque nadie lo asociaba con él y me di cuenta de que podía aportar mucho. Para el libro, también entrevisté a Charlie Thornton, que fue quien continuó la marca de ropa de Limbo, y a Juan Ruiz, que fue quien lo empujó a la moda.
Hermoso
Federico fue un “chico gay” en una sociedad que atravesó la última dictadura cívico militar y el regreso de la democracia en un ámbito machista como el rock. En su vida pública, coqueteaba con la ambigüedad y la libertad, pero evitaba hablar de su vida privada, tal como se desprende del libro.
—A partir de las entrevistas que hiciste, ¿qué decía Federico respecto del machismo del rock y de los prejuicios del género musical?
—La sensación que tengo es que trataba de no darle mucha bola. Buscaba ser él, algo así como olvidarse de los prejuicios, que había un montón. La sociedad de los 70 y 80 era supercastradora y conservadora. Si veían a dos personas del mismo sexo besándose por la calle, los cagaban a trompadas, los escupían o los insultaban, ¿me entendés? Bueno, no hacía falta ser muy inteligente para notar que Federico era un pibe diferente en cuanto a su sexualidad.
—¿Esa privacidad fue un escudo?
—Obviamente que lo sufrió, pero la sensación que a mí me da, después de recopilar todos estos datos, es que nunca dejó de hacer su vida, de vivir su sexualidad a pleno puertas adentro y de no preocuparse mucho por la opinión externa. Hubo momentos altos y bajos, momentos en los que habrá estado más fuerte o más débil, pero en líneas generales, me parece que era un pibe que disfrutaba sin dar muchas explicaciones.
Veloz
Federico Moura murió el 21 de diciembre de 1988 como consecuencia de una insuficiencia cardiorrespiratoria. Le habían diagnosticado HIV. Tenía 37 años. Entre los aspectos poco –o nada– conocidos de los últimos meses del cantante, la biografía devela situaciones cotidianas de cuidados, tanto en su departamento como durante la internación en el Cemic.
Por entonces, el Sida no sólo era sinónimo de muerte, sino también un tabú que replicada la ignorancia de un tiempo y una sociedad.
—¿Sentiste que hubo algún tipo de alivio entre las personas que atravesaron ese tiempo con Federico al contar qué sintieron o cómo procesaron el duelo?
—Cuando empecé a hacer las entrevistas para el libro, diría que presioné más de lo normal y, a medida que iba un poquito más allá, se abrían puertas en vez de cerrarse. En las más de 40 y pico de entrevistas que hay en el libro, eran, en promedio, unas dos horas de charla en las que se daban situaciones o llegábamos a puntos donde había que correr el velo. Ahí aparecieron cuestiones sobre cómo fue su último tiempo, cómo fue llevando su enfermedad y cómo fue tomada. Pero también cómo era Federico con sus parejas. Esto es algo de lo que nunca se había hablado. No me pareció bien poner el nombre y apellido, pero sí que había tenido pareja. En los libros de Virus, no se menciona. Parece que “el amor” de Federico era la música y él tenía amores que no eran una corchea. Eso también hace al artista. No estaba todo el tiempo adentro de una cajita de cristal y después salía y escribía una letra. No, él escribía música a partir de sus vivencias. Te diría que hay mucho más de la vida de Federico en sus canciones que en las de muchos otros artistas.
—En este tiempo, es más común hablar e incluso narrar sobre la propia intimidad y, como decís, Federico lo hacía en sus letras. La pregunta es cómo correr el velo y no terminar estigmatizando aún más
—Caminás en una fina línea: podés hacer un libro chimentero, por decirlo así, amarillista, o uno periodístico. Cuando llegué a ese punto, tuve mis dudas. Allí me ayudo mucho Ignacio Iraola, que fue durante mucho tiempo director regional de Planeta. Fue una especie de consultor. La idea, que finalmente se plasmó, fue hacer una biografía de Federico Moura que cualquiera que la lea sepa desde qué perfume usaba hasta cómo fueron sus últimos días.
Hay mucho más de la vida de Federico en sus canciones que en la de muchos otros artistas.
Jorge Moura militó en los 70 en el PRT-ERP. Según consignan investigaciones de la época, se lo conocía como “el Sargento Manuel”. Lo secuestró un grupo de tareas del Estado terrorista el 8 de marzo de 1977. Estaba en su casa. Fue frente a sus padres y sus hermanos. El 1981, cuatro años más tarde, Virus editó su primer disco, Wadu Wadu. Su sueño era formar una banda de rock con sus hermanos.
—Quien lee en libro percibe cierto alivio en los testimonios, como si hubiera habido un dolor guardado que contar, más aún, porque la familia convive con la desaparición de Jorge, el mayor de los hermanos Moura
—Estuve en una disyuntiva sobre si contar o no lo de Jorge, porque era la biografía de Federico y, cuando eso ocurrió, él estaba en Londres. Después, me di cuenta de que su secuestro también influyó en la personalidad de Federico, en esa rebeldía, como una fuerza interna. No en andar con un fusil, sino en decir cosas y cómo las decía. Por eso hice mención a Jorge. Su hijo mayor también se llama Federico.
El secuestro de su hermano Jorge influyó en la personalidad de Federico, en esa rebeldía, como una fuerza interna. No en andar con un fusil, sino en decir cosas y cómo las decía.
—En el libro, planteás la pregunta y te la traslado: ¿Qué hubiera pasado con Virus y con Federico, si estuviera vivo?
—Es imposible pensar en universos paralelos. Lo que sucedió, pasó. A modo de proyección, puedo decirte que Federico hubiera sido un gran gurú, hubiera envejecido increíblemente y hubiera sido el más grande de todos. Tenía muy claro cómo era el sonido, qué había que hacer. Federico iba por un camino muy interesante cuando murió y no hago más que lamentar eso. Tenía 37 años. Por otro lado, está la realidad, que a 40 años de haber muerto, sigue tan vigente como si estuviera vivo. Su ADN está en Babasónicos, Miranda!, Leo García, Los Látigos, Indios, Bándalos Chinos, El Zar, Conociendo Rusia y te puedo seguir nombrando bandas y no solo acá, de Chile, México, Perú. Pensamos en «qué hubiera sido» y, en realidad, está más vivo que nunca. Este libro es un éxito que no baja de los 100 más vendidos en un país donde la prioridad es comer, no leer una biografía. Sus canciones siguen sonando, en una discoteca, o en un casamiento, incluso en una fiesta tecno donde te pasan un remix de “Pronta entrega”. Federico no está físicamente, pero su legado está muy presente.
Federico hubiera sido un gran gurú, el más grande de todos (...) Su ADN está en Babasónicos, Miranda!, Leo García, Los Látigos, Indios, Bándalos Chinos, El Zar, Conociendo Rusia.
—Escribiste un libro sobre Gustavo Cerati y una biografía de Miguel Mateos, ¿qué distingue a Federico?
—Creo que están los tres en la misma línea, más o menos. Las diferencias son estilísticas o musicales. Quizás, Virus es es algo más refinado. La música de Soda Stereo es más británica y popular, y las canciones de Mateos tienen que ver más con una crítica o un grito social. Más allá de esto, creo que fueron tres cerebros que expandieron el rock argentino a toda la región. Hay bandas que no hubieran cruzado la frontera si fuera Miguel Mateos, Soda o, por ejemplo, el furor de Virus en Chile, en el 85 y 86. No hubiera pasado si no fuera por la cantidad de hits que estos tres artistas esparcieron por toda la región. Son son tres músicos fundamentales que salieron en un momento también muy rico de la música argentina. Si te fijas, en los 80, todas las bandas sacaban un disco por año, y era uno mejor que el otro. Fue un momento bisagra para el rock argentino y bueno, a esa bisagra la construyeron estos tres tipos.



