El domingo por la noche, Lucas Leonel Urrutia fue ejecutado de un disparo en la espalda en el interior de un domicilio ubicado en Mateo Booz al 9000. Por razones aún desconocidas, el muchacho de 28 años, que vivía en barrio San Francisquito, había sido citado a ese lugar lejano que, luego se comprobó, era un aguantadero que ya había sido allanado por distintas investigaciones relacionadas con la narcocriminalidad. Si la escena del crimen ya posee elementos sugerentes, acaso también lo sean las repetidas balaceras que sufrió la familia de la víctima, al menos desde 2022.
El cuarto crimen del año 2025 en el departamento Rosario posee los elementos de una trama mafiosa, aunque Urrutia estaba prácticamente limpio. Según voceros policiales, apenas tenía una aprehensión en mayo de 2016 por tenencia ilegal de arma de fuego.
Fuentes cercanas a la causa indicaron que Urrutia llegó cerca de las 21 al barrio Los Unidos –como se conoce a un sector lindero al tramo final de la avenida Calasanz– por un contacto que lo citó para que buscara una suma de dinero. El punto de encuentro, al que se dirigió junto con una familiar, fue Mateo Booz al 9013. El joven ingresó y, al poco tiempo, se escucharon gritos y un disparo. Desesperada, la familiar –que había esperado afuera– comprobó que Lucas había sido asesinado.
Luego se supo que el aguantadero había sido allanado en agosto de 2022 por la investigación del crimen de Ricardo Capoulat, un empresario villagalvense del rubro panadería que, en junio de ese año, fue víctima de un complot cuyo objetivo era el robo de su camioneta 4x4. Cuando los investigadores allanaron el domicilio de Mateo Booz al 9000, se toparon con cinco autos robados, los papeles de la Amarok de Capoulat, armas y notas con amenazas dirigidas a los jefes de bandas criminales que se encuentran en prisión. El caso tiene dos personas que pronto irán a juicio. Nunca se descartó que el plan criminal haya sido instigado desde la cárcel.
Tiempo antes, el domicilio de fachada celeste había sido parte de la insólita incursión en Rosario de la Policía Bonaerense que, encabezada por el ex ministro de Seguridad Sergio Berni, arrojó el secuestro de 12 kilos de cocaína a miembros del clan Villalba, históricos "transas" de ese sector del noroeste rosarino.
Otras aristas a explorar del crimen de Urrutia provienen de las numerosas balaceras que, desde fines de 2022, vienen teniendo como blanco el que fuera su domicilio, en Crespo al 2900. El último de esos ataques mafiosos fue hace poco más de un mes. El 1º de diciembre de 2024, un adolescente de no más de 15 años vació el cargador de una pistola 9 milímetros, sin provocar más que impactos en el frente. No está claro si Lucas Urrutía era quien cargaba con las broncas que provocaron las balaceras, o si en realidad apuntaban a un familiar.
En esa serie de ataques, al menos una vez, “la mafia” dejó un mensaje a descifrar. Fue el 20 de diciembre de 2022: “Último aviso. Comunicate al número que le dejamos al Mati S.”. Mati S., dijeron los investigadores, también es vecino del barrio San Francisquito y, días antes, le habían baleado su casa del Pasaje Independencia.
Pero además, estaba vinculado con un caso escabroso. El 20 de junio de 2022, en un descampado de Cabín 9, Matías S. había reconocido los cuerpos de las hermanas Estefanía y Mariela Gorosito junto con el hermano de las víctimas. Las dos chicas fueron acribilladas como parte de una venganza narco, según la investigación que recientemente tuvo un primer condenado a 10 años de prisión como partícipe secundario.