Rosario y el Río Paraná no son lo mismo. La primera es una de las ciudades más pujantes de Argentina (y de las más hermosas, por qué no aprovechar para decirlo), mientras que el segundo es un curso de agua colosal que atraviesa tres países. Pero ambos están obligados a compartir una gran porción de territorio y parece que de tanto andar juntos, se enamoraron fuerte: a lo largo de esos más de 50 kilómetros, contando también las localidades del gran Rosario, nuestra ciudad y el Paraná hacen realmente una pareja hermosa.
El “¿vamos al río?” es una de las preguntas que más se escucha por estas latitudes cuando llega el calor: las playas de la Florida o los paradores de las islas (que son entrerrianas solo en su DNI) acaparan el interés de miles de personas que van a descansar, a refrescarse, a tomar mates con amigos o a divertirse. Para buena parte de los rosarinos, el río es sinónimo de buenos momentos. Aunque, por su propia naturaleza y si no se lo respeta, puede convertirse en todo lo contrario. Y en las últimas semanas hemos tenido que contar algunas noticias trágicas y otras que no lo fueron de milagro.
El 10 de octubre, por un choque de lanchas con un conductor alcoholizado cerca del Arroyo Ludueña, un menor de 10 años tuvo que ser rescatado del agua con serias lesiones; el fin de semana pasado, el policía Gustavo Ibarra salió despedido de su lancha por otra colisión cerca de San Lorenzo, cayó al Paran. y aún lo siguen buscando; el últimos jueves, en la zona de Isla Verde, la gendarme Carmen Ojeda se tiró junto a algunos amigos y no pudo volver a la costa. Y a todo esto le podemos agregar, aunque sucedió en el Río Coronda (a poco de la desembocadura en el Paraná), la muerte por ahogamiento de un joven en Puerto Gaboto.
Todos estos sucesos acontecieron sobre el cauce del Paraná y en dos tipos de contextos distintos: algunos por siniestros ocurridos en pleno tránsito, otros cuando las personas estaban simplemente bañándose. Y en los cuatro casos la conclusión es la misma: si no se toman los recaudos pertinentes, ir al río puede convertirse en una pesadilla.
Primer contexto: a bordo
“Nosotros tenemos una vía navegable que es de las más importantes del mundo, por la que pasan continuamente barcos mercantes y convoyes, y a eso se le sumó la explosión de nuestras vecinas islas entrerrianas, a las que cruzamos en kayak o lancha en pocos minutos. Todo esto ha generado mucho tránsito sobre las aguas del río. Y esta actividad náutica tan agitada demanda de mucho cuidado y atención de parte de los particulares, de las que no sé si todos tienen conciencia. Siempre digo que al río no hay que tenerle miedo, pero sí mucho respeto”, dijo Lisandro Maronna, experto en actividad náutica y con muchos años de recorrido por nuestro delta.
Maronna nota que mucha gente que se vuelca a la náutica por placer o porque está de moda conduce por el río sin prestar atención. Y muchos de los accidentes ocurren exactamente por eso: “Si vos vas desatento, preparás el terreno para que suceda un siniestro. La gente va desatenta, cada vez más rápido y el río está cada vez más concurrido. Hay que exagerar las medidas de prevención porque si no tenemos conciencia, puede pasar algo malo. No es una pileta: es una vía navegable de las más importantes del mundo. Y por eso, el que comanda tiene que ver si viene otra lancha; si a lo lejos viene un buque; si ese buque viene de aguas abajo, va a venir más rápido. Hay que prestar atención a toda esa información”.
Otra falla en la prevención y seguridad de quienes viajan a bordo de embarcaciones por el río es la no utilización del chaleco salvavidas: “A nosotros desde chicos, con menos de 15 años, en el Club de Velas y el Yacht Club siempre nos insistían con el uso salvavidas. Y aprendí de chico que a un río como este hay que cruzarlo siempre a 90 grados y no en diagonal para dejarlo libre lo más pronto posible, que hay que andar por el lugar donde el canal principal es más angosto, que está prohibido transitar por el canal de forma recreativa y, sobre todo, que hay que ponerse el chaleco. Parecen imposiciones y pavadas, pero si las cumpliéramos el riesgo sería menor”, aseveró.
“Parece mentira, pero es muy común que la gente no lleve colocado el elemento de flotación personal, el chaleco salvavidas. Si vos lo tenés puesto, por más que te caigas por la borda, vas a flotar. Por ejemplo, en el caso del choque de embarcaciones en el que cayó al agua Gustavo Ibarra, su acompañante declaró que después del choque no lo vio más. Y uno puede suponer que entonces no llevaba puesto el salvavidas”, agregó.
Y agregó una analogía con el cinturón de seguridad de los vehículos terrestres: “Cuando yo me subo al auto, sé que me tengo que poner el cinturón de seguridad; bueno, cuando me subo a una embarcación, hay que colocarse el chaleco salvavidas. Yo lo considero fundamental”.
Finalmente, Maronna se mostró de acuerdo con los controles de alcoholemia a los conductores de lanchas y otras embarcaciones en la zona de clubes: “Aunque no nos guste que nos controlen, está claro que no se puede conducir alcoholizado. La gente se acostumbró a no respetar muchas normas. Pero ahora van a tener que designar a una persona que no beba para conducir la lancha si quieren tomar algo. Y el que conduce no puede tomar por una cuestión de seguridad”.
Segundo contexto: en el agua
A Carmen Ojeda, la gendarme de 32 años que buscan en la zona de Isla Verde, pareció habérsela tragado el agua. Su familia está desesperada y otro tanto los amigos que la acompañaban. Todos anhelan un final diferente al que, por ejemplo, tuvo Rodrigo Vila: el joven de 26 años que murió ahogado en el río Coronda a la altura de Puerto Gaboto (muy cerca de la desembocadura en el Paraná), también luego de tirarse al agua durante una tarde de amigos. Durante horas lo buscaron y finalmente su cuerpo fue hallado por la noche por un grupo de pescadores.
Leonardo Manino es jefe de guardavidas de la costanera de Rosario y fue contundente al subrayar los dos consejos fundamentales a la hora de tirarse al agua en el Paraná: “No desconozcan el riesgo ni sobrestimen sus capacidades”, dijo en Punto Medio (Radio 2).
“Lo que hay que tener siempre en cuenta es que debemos conocer los riesgos. La peligrosidad pasa por el desconocimiento de ese riesgo que implica bañarnos, nadar o estar en algunos lugares ya sea por recreación, competencia o trabajo. El desconocimiento del riesgo es una situación que se da mucho porque no muchos dimensionan qué implica estar en el río, que es maravilloso, muy extenso del que debemos saber cuidarnos”, comentó.
Manino pide no pensar que porque sabemos nadar, nada malo nos va a suceder dentro del agua: “Además de desconocimiento del riesgo, yo también hablo de no sobrestimar nuestras capacidades, nuestras habilidades. Esto de decir ‘yo sé nadar y puedo ir por cualquier lado’, que te lleva a tomar más riesgos. No se ahoga sólo gente que no sabe nadar. Por supuesto que nos da tranquilidad saber flotar bien, tener competencias dentro del agua, pero hay que tener otros cuidados”.
El especialista en prevención del ahogamiento, emergencias acuáticas y reanimación de la persona ahogada explicó que “tenemos un río con visibilidad nula ni bien uno está unos pocos centímetros debajo del agua. Y eso lo hace más riesgoso porque no se puede ver cuándo se termina la planicie y pasás a tener una barranca. Eso lo hace más complejo. También hay remansos, que son choques de corrientes contra formaciones fijas, objetos o depresiones, y de esos remansos es más difícil salir”.
Por esa condición del Paraná, “podemos encontrar mucha profundidad cerca de la costa. Esto lo hace peligroso, porque uno viene caminando, adentrándose de forma tranquila y de repente pierde el pie. Si el declive fuera de a poco, podríamos ir tomando recaudos; pero cuando perdés pie repentinamente y no tenés las competencias acuáticas para desempeñarte dentro del agua, nos ponemos en riesgo”.
Por eso, Manino dejó esta recomendación final: “Vayan a bañarse a lugares que estén demarcados y que tengan servicio de guardavidas. Nosotros demarcamos el lugar porque conocemos estas características del río, vemos la variación de profundidad, la chequeamos antes y eso hace al lugar más seguro. De este modo, uno puede ir más tranquilo a disfrutar con su familia, porque sabrán que hay señalética, prevención activa y reactiva”.



