La promulgación de la autonomía municipal de Rosario se firmó sobre una mesa muy particular sobre la cual descansan cuatro piezas que, reunidas por primera vez, forman un verdadero hilo conductor entre la Rosario que fue y la ciudad que hoy decide su propio rumbo.
La mesa donde el intendente estampó la firma en el acto de esta mañana en el Monumento, es, en sí misma, un manifiesto. Diseñada por Ángel Guido, creador del Monumento a la Bandera, está tallada en algarrobo morado y ornamentada con figuras inspiradas en cerámicas precolombinas. Es madera viva, trabajada a mano, que trae a la nuestra realidad eternas divinidades de la tierra, del viento y de la lluvia. Un mueble que no solo sostendrá los papeles oficiales, sino sobre todo, la idea de que toda ciudad crece desde sus nuestras raíces.
Sobre la misma, se dispuso el tintero de Nicasio Oroño —proveniente del Museo de la Ciudad—, que agrega otra capa de relato. Pesado, de hierro fundido, con dos recipientes de vidrio, alguna vez habitó su estancia “La Joaquina” y hoy retorna para poder firmar un nuevo capítulo institucional. Es un objeto personal y representativo, cargado de la impronta de un pionero de la modernización santafesina. Oroño, tan ligado a las transformaciones políticas del siglo XIX, vuelve a estar presente al momento de un cambio profundo para Rosario.
La Carta Orgánica de 1933 —resguardada por el Museo Marc— aporta una dimensión política y mucha épica. Fue, como definió el historiador Juan Álvarez, “un atrevidisimo ensayo de autonomía jamás aplicado en el país”. Redactada por una convención plural, progresista, y aprobada tras intensos debates, fue la primera gran apuesta de Rosario por autodefinirse. Que vuelva a escena en este acto no es un detalle: es una manera de recuperar un sueño interrumpido por la intervención federal de 1935, y de enlazarlo con el presente.
A esa línea histórica se sumó también la tesis universitaria con la que Lisandro de la Torre obtuvo su título de abogado, un texto temprano donde ya abordaba la cuestión de la autonomía municipal. Su presencia añade un eslabón intelectual y político: la voz de uno de los grandes pensadores públicos de nuestra ciudad, que hace casi un siglo reflexionó sobre la necesidad de gobiernos locales fuertes y con prerrogativas propias.
Y junto a ella, otro símbolo cargado de memoria reciente: la birome histórica de la Sala de las Banderas, con la cual los visitantes ilustres de Rosario firmaron el libro de honor durante las últimas tres décadas. Un objeto sencillo pero profundamente ceremonial, que condensa el saludo de cientos de voces que pasaron por la ciudad y dejaron allí su trazo.
Finalmente, dos medallas del Círculo Numismático de Rosario —la del Bicentenario de 1925 y la del Tricentenario de 2025— sellan, como un puente metálico, el recorrido entre el pasado, presente y futuro: lo que fuimos, lo que somos y lo que aspiramos a ser. Una marca del tiempo que une a varias generaciones en un mismo gesto: la construcción de la ciudad.
"Reunidos, estos objetos no solo decoran el acto: lo narran. Son recordatorios tangibles de que la autonomía que hoy se proclama no surge de un impulso aislado, sino de una larga tradición rosarina de pensar, discutir y defender su propio destino. Cada pieza aporta una voz, y juntas componen la banda sonora silenciosa de un día histórico", manifestaron fuentes municipales.



