La decisión de Maximiliano Pullaro de proponer a Gisela Scaglia como primera candidata a diputada nacional del oficialismo provincial es una jugada de alto impacto marcada por el estilo habitual del gobernador: para disputar, ejercer y defender el poder hay que jugar fuerte y poner el cuerpo. Para construir y consolidar liderazgo también.
Hasta el “grito federal” de los gobernadores, ahora traducido en un frente electoral bautizado como Provincias Unidas, Pullaro amagó con correrse de la pelea nacional y auspiciar una lista de baja intensidad, para no quedar diluido en medio de la polarización entre el gobierno nacional y el kirchnerismo. El lanzamiento de la miniliga de mandatarios provinciales modificó la ecuación. Ese movimiento que motorizó junto al cordobés Martín Llaryora desmintió su propia actitud previa, ajena a su naturaleza como dirigente político. Pero además cambió el escenario: aunque no sea su aspiración ser candidato a presidente porque en 2027 irá por la reelección, Pullaro sí quiere instalarse como jugador de las grandes ligas. La necesidad de renovación producto de la crisis de representación y liderazgo le da la oportunidad.
Pero si hay un espacio político a ocupar, primero hay que ganar o, al menos, ser competitivo. El gobernador no delega ni especula: toma el control del armado nacional, pone a su vicegobernadora al frente y transforma la elección de octubre en una prolongación de su proyecto de poder.
El movimiento también tiene una lectura territorial. Pullaro busca blindar el electorado propio con un aprendizaje: lo que se gana una vez no es para siempre. Lo experimentó en carne propia en las elecciones de abril, cuando como candidato a convencional obtuvo el 34 por ciento de los votos, 24 puntos menos que en 2023. Frente a la posibilidad de que el escenario de octubre sea de tercios, con el peronismo y La Libertad Avanza como los otros actores, el gobernador quiere asegurarse que ese sea su piso.
Alambrar el propio campo apunta a evitar que se le meta LLA. Varias encuestas coincidieron, luego de las elecciones de 2023, en un diagnóstico: ocho de cada diez personas que votaron a Pullaro como gobernador luego lo hicieron por Javier Milei en el balotaje presidencial. Si el mandatario santafesino no presenta una lista competitiva para octubre, le regala ese terreno a los libertarios.
Eso explica también el perfil de la persona elegida. Además de ser una dirigente de su confianza que ganó conocimiento y reconocimiento en los últimos dos años, Scaglia es presidenta provincial del PRO, defiende los aspectos centrales del modelo económico nacional, y puede resultar una figura atractiva para un electorado de centroderecha que en Santa Fe es potente y se referencia económicamente con el sector agroindustrial. La apuesta es restarle a Milei, de su cosecha del balotaje de 2023, una buena parte de los algo más de 26 puntos que Patricia Bullrich obtuvo en la provincia en la primera vuelta de ese año.
Una encuesta reciente de la consultora Innova en Rosario avala esa hipótesis. Plantea que el 58,8 por ciento del electorado de la ciudad más grande votaría un candidato opositor a Javier Milei, que tiene una importante caída en su imagen positiva en lo que va del año, y que, a la vez, un 56,6 por ciento se inclinaría por una opción no peronista. En esa pecera pretenden pescar Pullaro en Santa Fe y los otros gobernadores aliados en sus distritos.
Todo lo antedicho, más la posible fragmentación del peronismo y fugas que LLA pueda tener por centroderecha con otras candidaturas como la de Amalia Granata, configuran una situación en la que el gobernador entiende que ya no se trata solo de resistir, sino que puede ganar y consolidar liderazgo.
La decisión que tome el socialismo este miércoles por la tarde terminará de establecer sobre qué terreno.
Si el PS, aun relegado al tercer lugar de la lista encabezada por Scaglia seguido por un radical pullarista pura sangre (se habla de Juan Cruz Cándido), define ir por dentro, será un gran espaldarazo para el gobernador porque demostrará, además, capacidad de disciplinamiento hacia el interior de Unidos. Algo que cotiza alto en tiempos de arenas movedizas y lealtades lábiles. Un ejemplo: en Córdoba, Natalia de la Sota, hija del fundador del cordobesismo, parece decidida a no acompañar al gobernador Juan Schiaretti y Martín Llaryora en las elecciones de octubre.
Si por el contrario, los socialistas se inclinan por privilegiar su perfil progresista y opositor a Milei para no perder identidad y diluirse en un armado que lleva el sello del pullarismo puro, habrá que ver cuántos votos le cuesta eso al oficialismo provincial.
“No van a sumar más del 4 por ciento, van a tener que ir adentro”, bajan el precio desde el radicalismo santafesino. Difícil el dilema del PS.



